Los tribunales de justicia usan con profusión documentos como elementos de prueba. Las pruebas documentales tienen, a priori, un valor mayor que las pruebas testificales. No obstante, las buenas prácticas archivísticas determinan, en múltiples ocasiones, la fiabilidad de los documentos y esas prácticas están muy cercanas a los principios esenciales de la archivística.