Ya nadie le puede resultar ajeno que la cultura del libro se encuentra inmersa en una extraordinaria revolución llamada a renovar la concepción de la fijación y transmisión del conocimiento. Desde que a finales de la primera década del siglo XXI irrumpieran en el mercado unos curiosos dispositivos llamados lectores de libros electrónicos, el cambio de soporte se hizo inminente. La transición del libro de papel al libro digital era ya imparable y, por primera vez, caminábamos de lo físico a lo etéreo, con gran inquietud para muchos.