En 1972 un joven Steve Jobs deambulaba con su intelecto efervescente en busca de una orientación clara, un norte que guiase la desordenada acumulación de estímulos, ideas y proyectos que se le agolpaban en su brillante cabeza llena de curiosidad y, sobre todo, intuición. Cuenta el mismo Jobs que ingresó en el exclusivo Reed College (Oregón) pero que seis meses después no encontraba su lugar ni tampoco se sentía convencido de que la universidad fuera realmente un lugar adecuado para él. Hasta que, de repente, llegó la luz: sin demasiado convencimiento, un día decidió matricularse en un curso que le parecía atractivo: “Calligraphy”. Empezó a sentirse vivamente motivado por las formas, los espacios de escritura, las tipografías y la evolución histórica de cada ciclo escriturario, espacios, combinaciones, alturas, morfologías de letras, ductus…, y se planteó: ¿qué hace hermoso e influyente un tipo de letra?