Detrás de toda guerra hay catástrofes que ni siquiera imaginamos. A diferencia de aquellas que involucran la masacre de la vida humana en el más explícito sentido de la palabra, hay otras, más sutiles, que arrasan pueblos enteros con la misma eficacia. Estas últimas no se declaran con tanques o armas de fuego, y están dirigidas directamente a volatilizar los elementos que conforman la identidad de un pueblo, como sus archivos, sus bibliotecas, sus templos o sus monumentos.