Documentos que nunca mostramos, agendas de teléfonos con números que siempre protegemos, fotografías ocultadas, conversaciones sigilosas, facturas y asientos de tarjetas de crédito –que intentamos eliminar– sobre viajes de incógnito por mor de la compañía, entradas a cines o teatros que se tiran a la papelera tras la salida del espectáculo compartido con el “otro/otra” y, sin embargo, aceptamos la exhibición despreocupada de correos electrónicos y llamadas.