Basada en la novela de John Le Carré (quien trabajó en el servicio secreto británico), protagonizada por el agente Smiley, su personaje sempiterno -un gran Gary Oldman-, como encarnación del perdedor, este film británico rescata el género de películas de espías de la Guerra Fría.
La trama es endiabladamente complicada, y se va descubriendo poco a poco, como la suma de piezas de un puzzle, al principio inconexas y sin sentido, pero que al final forman una imagen perfectamente entendible.