La literatura de Michael Chabon es un lugar confortable, ese tipo de narración bien contada que anima a seguir leyendo. Su obra parece tan alejada de la desestructuración de la novela de algunos de sus contemporáneos —Foster Wallace— como del estilo ambicioso y autolegitimador de sus predecesores —Roth, DeLillo, Updike— en ese permanente intento por encontrar al nuevo mesías de “la gran novela americana”. Sin embargo, comparte con el primero su uso de la cultura pop como parte integrante de sus argumentos y con los segundos ese interés por retratar una época y una épica de lo norteamericano. En Telegraph Avenue, su nueva novela, afina su fórmula: un fondo de turbias relaciones paterno-filiales y familiares bajo un colorido ritmo con sampleados de blaxploitation con epicentro en una tienda de discos usados de Oakland, una ciudad de la bahía de San Francisco.