A nadie debe sorprender a estas alturas que sea de nuevo Canadá el lugar al que hay que dirigirse para encontrar algunas de las iniciativas más audaces y prometedoras de nuestras sociedades occidentales; su historia, construida sobre la base del multiculturalismo y la atención a la diversidad, le concede cierta ventaja a la hora de comprender que es precisamente el respeto a la diferencia lo que a la postre garantiza la igualdad de todos sus ciudadanos.