El vocablo transparencia aparece últimamente con asiduidad en todo tipo de noticias periodísticas, debates públicos, conversaciones privadas y en los ámbitos diarios de trabajo de muchos españoles; la palabra va acompañada de calificativos y acepciones y parece que se emplea con un valor taumatúrgico para los males que afectan al país. Pero la palabra “transparencia” está manida y ajada, y de tanto repetirla sin saber muy bien para qué ni por qué está cerca de ser un vocablo vacuo; le puede suceder como en aquella copla de Rocío Jurado: “Se nos rompió el amor de tanto usarlo…., de tanto loco abrazo sin medida… Se nos quedó en las manos un buen día…”. Y todo ello sin que aún se haya disfrutado en España de lo que supone la transparencia y el acceso a la información y a los documentos públicos. Y si de de todo esto se trata, inevitablemente estamos hablando de los archivos.