Están ahí. Los más antiguos se restauran y se colocan como decoración. Los antiguos ficheros, cajoneras, pasan a los almacenes junto con otros materiales ya jubilados por el diseño industrial.
Los que están en activo no tienen nada que envidiar, contienen kilómetros de documentos cuya función varía según su procedencia y el tipo de institución que los guarda.
Pero unos están vacíos y otros están llenos. Los nuevos compactos metálicos, las estanterías de nueva generación, están repletos hasta el punto de que no son suficientes.
Olvidemos la función de esas estanterías, centrémonos en su arquitectura y en su semántica propia: la estantería vacía, el lugar del por-venir o de aquello que estuvo y ha sido depurado. El compacto vacío, una maravillosa arquitectura con un sentido propio