Hoy en día pocas cosas nos resultan más sencillas que inmortalizar un momento vivido. Todos llevamos en el bolsillo una potente cámara fotográfica desde la que enviamos rápidamente la imagen que hemos capturado. Las aplicaciones para retocarla son numerosas, los selfies compulsivos forman parte de la rutina diaria de muchos y tenemos una capacidad para almacenar instantáneas cada vez mayor. En definitiva, la generalización de la fotografía ha permitido democratizar esa capacidad, mágica aún, de revivir momentos pasados. Todo lo positivo que ello conlleva quizá nos ha hecho olvidar lo que hace décadas tenía de solemne obtener una foto.