En el mundo de los archivos, y concretamente en su versión tradicional, continúa siendo habitual utilizar el volumen como indicador de referencia, ya sea para dimensionar la importancia o la complejidad de gestión o bien, y desgraciadamente, para reclamar las necesarias mejoras para la preservación del patrimonio documental. Sí, las comparaciones siempre son odiosas, pero (en archivos) el tamaño importa. Custodiar más de 5.000 metros lineales –el ML requisado ahora por el Machine Learning– todavía impresiona, por no hablar de km –aquí el Knowledge Management nunca ganó la partida. Más incluso si la cronología empieza en el siglo XII. Sin embargo, la nimiedad de que el 70% corresponda a la segunda mitad del XX tiene poco recorrido en los medios, y no digamos ya en el entorno político.