Obsesionados por registrar todos lo que pasa en nuestra vida capturamos centenares de imágenes y documentos. Esta compulsión por el almacenaje de recuerdos nos lleva a comprar móviles con mas capacidad de memoria, a llenarnos de discos duros y a ampliar nuestro contrato de servicio de almacenamiento en la nube. Estamos imbuidos de un afán conservacionista. No obstante, para que las fotos y los documentos cumplan su función memorística no basta con capturarlos, ni tampoco con tenerlos organizados sobre todo hay que realizar una selección, siendo muy exigentes con lo que se conserva, y hay que proceder a eliminar la mayoría de ellos. En este numero comentamos lo mucho que nos cuesta deshacernos de las fotos y otros documentos de nuestro archivo, pero es una tarea ineludible para terminar con la patología diogenista que nos invade.