Portugal se presenta como un caso paradójico en Europa en relación a los archivos y a sus profesionales. Uno de los primeros países en preocuparse por su documentación archivística y constituir un “tombo” de Estado, o sea, su archivo nacional, cuyas referencias más antiguas datan de 1378, cuyos archiveros fueron grandes personalidades de la cultura y de la historia nacional, se presenta hoy con un panorama no muy esperanzador y verdaderamente como una profesión de riesgo.