La historia se ha ido formando a través de una lucha de poderes por la gestión y control de la memoria. En el contexto digital, bajo supuestos signos de democratización de la memoria, esta lucha sigue vigente. Diferentes actores, sin intereses claramente definidos, están atribuyéndose el rol de preservadores del legado digital, suplantando así a archivos, museos y bibliotecas. Sumado a esto, el progresivo descrédito institucional que estamos experimentando ha situado a las instituciones de la memoria en una situación delicada. El gobierno de la memoria digital presenta riesgos éticos y sociales, pero también brinda oportunidades que pueden servir de acicate para recuperar la confianza perdida por las instituciones a través de un nuevo paradigma colaborativo.