Cien años separan dos hechos que vienen a dar valor al contenido del acto con independencia de la tecnología con la que se generase, pero con cada salto tecnológico la verificación de su autenticidad se aleja de la que se puede efectuar a simple vista u oído, requiriendo un mayor grado de comprobación y complejidad. Para que una evidencia electrónica tenga las máximas posibilidades de ser admitida como prueba electrónica, debe garantizarse una triple pareja de atributos: autenticación e integridad, disponibilidad y complitud, calidad y gestión. Estas cuestiones, entre otras, deben ser consideradas por las instituciones archivísticas con respecto a la gestión de los documentos electrónicos de conservación permanente, para afrontar, con éxito, desafíos organizativos y tecnológicos cada vez más complejos.